20080223

Discurso en el Centenario de Rómulo Betancourt

HOMENAJE A DON RÓMULO BETANCOURT BELLO, EN SU CENTENARIO

(1908-2008)

Conferencia:

“Don Rómulo Betancourt,

forjador del imaginario democrático venezolano.”

A cargo de:

Dr. José Pascual Mora García.

Presidente de la Academia de Historia del Táchira

y Sociedad Bolivariana del Táchira.

Profesor de la Universidad de los Andes

San Cristóbal,

22 de febrero de 2008

Con la venia de las Ilustres personalidades presentes, representantes de los diversos sectores de la sociedad tachirense, en mi condición de Presidente de la Academia de Historia del Táchira y de la Sociedad Bolivariana del Táchira, agradezco la generosidad de los organizadores de esta iniciativa que me fuera sugerida por el Prof. Pedro Ruíz, en nombre de la Fundación Rómulo Betancourt, y el partido Acción Democrática. Quiero decir que siempre hemos estado abiertos a la libertad de pensamiento y nuestra institución, siendo apolítica en sus principios, reconoce la pluralidad y diversidad de criterios. Así lo hemos demostrado a lo largo de dos períodos como presidente de estas magnas instituciones que me honro en presidir.

En ejercicio de mi oficio de historiador y filósofo, me propongo centrar mis reflexiones en el contexto sociohistórico en el cual creo que convendría, para su mejor inteligencia, enmarcar el homenaje que hacemos al patriarca de la democracia venezolana. Pero debo hacer una advertencia, si no una invocación de tolerancia: gustosamente cederé al influjo del espíritu rebelde de Rómulo Betancourt, por eso no me meteré con cosas sabidas, sino que arriesgaré mis ideas en aras de pensar el tiempo presente; pues a don Rómulo Betancourt no le gustaba el caso de algunos venezolanos cultos que se han refugiado en el pasado heroico, y que viven inmersos en la historia en lugar de hacer historia, por eso recordaremos sus palabras provocadoramente: “Escribir sobre el ayer magnífico ha sido para muchos intelectuales una forma de eludir la responsabilidad de enfrentarse a lo contemporáneo bochornoso y de ayudar al advenimiento de un futuro mejor”.

Rómulo Betancourt fue uno de esos seres a quienes se les ama o se les odia, así fue amado con pasión por la multitud de sus admiradores y odiado con pasión por sus detractores; fue como el mismo confesaba un hombre polémico. Don Ramón J. Velásquez cuenta que cuando lo llamó a colaborar en la Secretaría de la Presidencia de la República, le dijo: “Yo no lo invito a que me escriba mis discursos, mis discursos son míos, igual que todas mis decisiones. Y sonriendo agregó: y al fin y al cabo con mi estilito literario me ha ido bien en la vida. Para luego agregar: Lo invito a una tarea política: yo vengo a gobernar para todos los venezolanos y no quiero que nadie me aísle ni que me levanten murallas que me aíslen. Yo soy un hombre polémico y tengo grandes simpatías, pero también grandes resistencias. Pero en la Presidencia debo oír a todo el país y usted inspira confianza a muchas personas que no se atreverían a venir ante mí o a los cuales no puedo recibir por mis convicciones. Además, en Miraflores voy a ser el Presidente de la República y no quiero que en ese manoseo tan venezolano me estén diciendo a toda hora compañero Betancourt”. Queda claro que fue un hombre que no le gustaban las lisonjas, y al mismo tiempo resalta en su pensamiento el respeto a la diversidad, incluso de sus más acérrimos opositores. Por eso me anima a asumir esta responsabilidad.

Agradezco la confianza depositada, y espero que pueda estar a la altura de sus expectativas. No podría ser menos mi complacencia en la celebración del centenario del patriarca de la democracia venezolana, don Rómulo Betancourt. En momentos en que algunas tendencias amenazan con destruir la memoria colectiva para insertarnos en el presentismo, urge que los hombres de libre pensamiento le recordemos a los sepultureros de la historia que "la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente". (Bloch, M. (1986) Apología de la Historia o el Oficio de Historiador., p. 78.)

Pareciera que en nosotros, se cumpliese como especie de tragedia griega el ser de frágil memoria histórica, ya lo avistaba en el siglo XX don Mario Briceño Iragorry al señalar: “creo haber escrito en alguna oportunidad que Venezuela, pese a su historia portentosa, resulta desde ciertos ángulos un pueblo anti-histórico, por cuanto nuestra gente no ha logrado asimilar su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias nacionales, uniformes y creadoras.” (Briceño Iragorry, 1951:32-33) Y en ese llamado especial quisiera insistir en este mensaje, pues “pueblo que no aspira a perpetuar sus signos a través de las generaciones futuras es pueblo sin densidad histórica o colectividad ya en decadencia.” (Briceño Iragorry, 1951:79)

Hoy apelamos al rescate de la memoria del patriarca de la democracia venezolana en el siglo XX, don Rómulo Betancourt para invocar su pensamiento y acción, pero al mismo tiempo para rendir un culto que se da la mano más con lo reflexivo que con lo sentimental. Insisto en esta diferenciación, un culto más en lo reflexivo, que como dijera Mario Briceño Iragorry, en su obra Mensaje sin destino, es más el verdaderamente trascendente. Quizá eso nos ha faltado, ser más hombres de logos que de pathos; ser más hombres de razón que de sentimiento; y por eso, intentamos hacer una mayéutica, cual parto de ideas, para exorcizar nuestra historia plagada de mitos, y patologías sociales. Tenemos que superar el mito del mesianismo, pero al mismo tiempo la patología social de la riqueza fácil, si queremos ser un pueblo que pueda elegir con probidad tenemos que madurar; develando que el problema de la igualdad y la inclusión social pasa también por la revisión antropológica y etnopsiquiátrica de los imaginarios sociales instaurados en el inconsciente colectivo venezolano. Por eso el problema no solo es de políticas de Estado sino también de imaginarios sociales construidos y afianzados como mentalidad colectiva; el petróleo ha servido para macerar una cultura de la dependencia en el pueblo venezolano, una cultura de la pobreza. En ese sentido, se ha convertido a PDVSA en el Papá Noel de los venezolanos y ahora de otros países, queremos construir un país pero no costa de subculturas montadas en dependencias emocionales y momentáneas.

En nuestro análisis de los elementos del imaginario democrático venezolano nos detendremos más en la identificación de los pivotes fundamentales que en la valoración de los mismos; en algunos casos, esos imaginarios evidentemente que han conducido a postulados que podríamos identificar como positivos en el tiempo. Pero también tenemos que reconocer que algunos han servido para profundizar las taras y deficiencias de nuestra democracia. Por eso se requiere de un proceder con capacidad de sindéresis, tarea que no es fácil sobre todo cuando los discursos maniqueos han satanizado nuestra historia patria. Se ha pretendido borrar nuestra herencia histórica y cultural olvidándose que la mentalidad se construye en el tiempo de larga duración y no en el tiempo coyuntural, por eso cualquier transformación por decreto es siempre circunstancial.

Tenemos la impronta del mito de Sísifo en la cultura política venezolana, simbolizada en aquel gigante griego que tras subir la roca toda la montaña, cuando va llegando, tiene que volver a comenzar de nuevo; por eso, nos ha costado construir generaciones de relevo. Observemos que cada generación se come a la anterior, Venezuela es el país de América Latina que ha experimentado más reelecciones de presidente de la República en el siglo XX, y lo que va del presente; esa dependencia la definía Mario Briceño Iragorry como la saturnidad venezolana, en donde el padre se come a sus hijos; sólo tras parricidios culturales han podido ejercer su liderazgo las generaciones emergentes. Incluso hemos sacrificado en el pasado dignos representantes que se formaron para dirigir el país pero que la ruina del tiempo no les dio oportunidad, no entraré en detalles, pero lo sabemos. Hasta en esta actitud, de dar paso libre al relevo generacional hay que admirar a Rómulo Betancourt, a quien se ofreció una tercera presidencia y se negó para dar oportunidad a las nuevas generaciones. Fue el padre de la Segunda independencia como se le ha denominado al 18 de octubre de 1945, y por elección popular el primer presidente de la democracia contemporánea, luego de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Invocamos pues, a la capacidad de heurística, de búsqueda con sentido crítico, más que al acomodo político. Tenemos que asumir con modestia nuestros aciertos y proyectarlos en las generaciones emergentes, pero también asumir con valentía nuestros defectos, para poderlos superar. De lo contrario siempre estaremos rumiando en el círculo vicioso del eterno retorno. A continuación expondremos los principios fundamentales macerados en los imaginarios colectivos de la democracia venezolana, en la que Rómulo Betancourt fue principal protagonista. Aclaremos que por imaginarios colectivos entendemos al conjunto de creencias y valores construidos por nuestro pueblo; y aquí es empleado como “la construcción discursiva y simbólica mediante la cual una comunidad se define a sí misma.” (Dávila, 2006:229)

IMAGINARIOS FUNDACIONALES DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA IMPULSADOS POR RÓMULO BETANCOURT

1. EL PRINCIPIO DE PREEMINENCIA DE LA VIRTUD CIVIL SOBRE LA VIRTUD ARMADA (O PRINCIPIO DE SUBALTERNABILIDAD DE LAS FUERZAS ARMADAS).

El primero en deslindar entre virtud armada y virtud civil fue el mismo Libertador, Simón Bolívar. El espíritu dieciochesco había encaminado el pensamiento de Bolívar para que su desideratum político estuviera gobernado por el imperio de las Leyes y no el de la fuerza: "yo quiero ser ciudadano para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano." (Bolívar, III: 720)

Por eso, exceptuó al estudiantado del servicio militar, como una demostración fehaciente del deslinde entre el militar y el ciudadano. El poder de las armas es uno, y el poder de las leyes es otro. El mérito de Bolívar es doble, pues no solamente deslinda entre el hombre de las Leyes y el hombre de la guerra, sino que deslinda entre ciencia política y ciencia militar; aspectos que para la época estaban íntimamente unidos por la influencia de Napoleón quien encarnaba la unidad de ambos poderes. Antes de la profesionalización de la ciencia militar, la misma persona podía estar simultáneamente representando ambos estados. Hoy por hoy es imposible, no sólo por razones de índole personal sino por razones de principios; "la intercambiabilidad entre el hombre de Estado y el Soldado ha terminado definitivamente (...) un solo hombre no puede esperar ejercer ambas vocaciones." (Wavell, 27-28).

La búsqueda de la virtud civil no puede ser obligada, debe construirse lentamente con la educación del pueblo y el cultivo de los valores democráticos; no es por decreto o por imposición, como lo pretendió el jacobinismo al intentar imponer la virtud necesaria para crear al ciudadano de la sociedad democrática utilizando el terrorismo del Estado.

En Rómulo Betancourt encontramos también la importante diferenciación entre el hombre estadista y el militar, y que es un principio sostenido por los más grandes teóricos del pensamiento militar del siglo XX, así pues: “el soldado siempre debe estar subordinado al estadista (…) La subordinación del punto de vista político al militar sería irracional, pues la política es la facultad inteligible, la guerra sólo el instrumento y no al revés. La subordinación del punto de vista militar al político es, en consecuencia, lo único posible.” (Huntingtong, 1995: 65)

Ya Rómulo desde el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE) había expresado, como continuación de la línea que había trazado años atrás, que “el Ejército no es patrimonio privado de ningún prestigio personal, sino el Ejército de la Nación.” Y que “el proceso de democratización de la conciencia nacional no se ha detenido, como ante muralla china, en las puertas de los cuarteles.” En Rómulo siempre hubo una idea, podría decirse que un leimotiv, “que llevará hasta sus ultimas consecuencias, mientras le quede un soplo de vida: La dirigencia de cualquier movimiento revolucionario no deberá ser militar sino civil.”

Sin embargo, el 18 de octubre de 1845 se realiza una alianza entre Pueblo-Ejército y Pueblo-Partido, que ha trajo consecuencias favorables pero también negativas para nuestra democracia. Pueblo y Ejército fueron protagonistas el 18 de octubre; el primero, a través de AD, y el segundo, con la Unión Patriótica Militar (UPM). Y qué nos demostró la historia, que cuando se olvidó la correlación de fuerzas, en la que la virtud armada debía estar subordinada a la virtud civil, pues aconteció aquel 24 de noviembre de 1948. En los últimos ocho años se ha propuesto otra alianza más o menos similar, con aquello de Ciudadano-Soldado y Soldado-Ciudadano; ojalá que no tengamos que padecer la misma suerte, por intercambiar roles que son inalienables y que no se pueden intercambiar en la democracia.

2. EL PRINCIPIO DE PUEBLO LLANO O LA SOCIEDAD IGUALADA.

El pueblo venezolano puede ser considerado el pueblo más igualado de América Latina. Por eso invocar diferencias irreconciliables en nuestras clases sociales, y plantear racismos culturales es anodino y vacuo en la cultura venezolana. Nuestra igualdad no la determina solamente la condición económica y social, nuestra igualdad está determinada por la herencia de los Libertadores, nuestra igualdad está macerada por la conciencia de clase, nuestra igualdad está montada sobre la dignidad de la persona human. Claro que tenemos que luchar contra las exclusiones, pero en esencia somos un pueblo igualado, y ese estado de conciencia fue especialmente reforzado con la Revolución de octubre de 1945. Rómulo echó mano del esteriotipo popular del “Juan bimba” para simbolizar esa igualdad. Y aunque esta imagen aparece en la mentalidad colectiva venezolana luego de la muerte de Gómez, como dice Oscar Yánez en Así son las cosas II (1997), “Juan Bimba fue el símbolo venezolano entre 1936 y 1948, y de su nombre se derivó el Juambimbero y la Juambimbada, cuando alguien quería referirse al hombre que recibía los golpes. Nuestro gran poeta Andrés Eloy Blanco escribió una obra con ese nombre en 1936, la Juanbimbada.” (Yánes, 1997: 69-70) En su magna obra, Venezuela, política y petróleo, se preguntaba citando al periodista norteamericano Clarence Horn: “¿Dónde están las carreteras, las obras públicas, la agricultura subsidiada, las concesiones mineras intervenidas por el Estado, los hospitales, los programas de seguridad social, todos los miles de cosas valiosas que estos millones deberían haber creado, razonablemente, sin costarle nada a Juan Bimba?.” (Betancourt, 1956:278)

En Venezuela no se llama a nadie por patrón por su condición social o su merced por su abolengo, sino por su nombre de pila. Aquí los amos del valle, y los hidalgos se quedaron sin blasón y sus derechos de sangre son irritos. En principio fue una conquista de la independencia, pero fundamentalmente fue un logro de la Guerra Federal.

3. EL PRINCIPIO DE EDUCACIÓN CON NEUTRALIDAD POLÍTICO-PARTIDISTA.

Nuevamente en su obra Venezuela, política y petróleo, nos recuerda las políticas educativas de una verdadera democracia; siguiendo al padre de la filosofía educativa del Humanismo Democrático, Luis Beltrán Prieto Figueroa, manifiesta: “El doctor Luis B. Prieto expresa en forma muy comprensible ese criterio de gobierno que guió nuestra política educacional: ´los totalitarismos – escribe citando a Prieto_ tienen una escuela doctrinaria, beligerante en defensa del régimen, mientras que en las naciones democráticas se sostiene que la escuela debe mantenerse al margen del credo político. Estamos de acuerdo, y hemos sostenido que la escuela debe permanecer neutral frente a la pugna de partidos que dentro de la vida de la nación luchan para conquistarse la adhesión de los ciudadanos´…” (Betancourt, 1956:507)

Es necesario rememorar algunos de los postulados de la filosofía educativa prietofiguereana para el contexto actual, ya que nos ilumina el camino a seguir como docentes: en primer lugar, destacamos el principio de neutralidad ideológica de la educación, que se expresa de la siguiente manera: “la educación tiene que ser, sin duda, neutral frente a las luchas de los partidos que se disputan la adhesión de la ciudadanía dentro de las regulaciones constitucionales, pero no puede serlo en relación con los fundamentos mismos de la democracia.” (Proyecto de Ley Orgánica de Educación, 1948:4-5)

Podemos inferir que los fines de la educación per se no deben estar al servicio de enfoques parcelarios, que conduzcan a la eliminación del pensamiento abierto y la diversidad. Los fines de la educación en el Sistema Democrático no deben responder a manifestaciones fundamentalistas, ya que todo fundamentalismo nos lleva a la unanimidad de opinión, y en ese sentido, no estaríamos formando ciudadanos para una sociedad democrática sino una secta. En una entrevista que le hiciera Peña (1979) también el maestro Prieto Figueroa resalta el sentido de libertad de pensamiento de la democracia socialista, y que la define como “pluralista, donde tengan cabida todas las formas de opinión existentes sin perseguir a nadie. Somos partidarios de la libre discusión, Nuestro socialismo democrático es contrario al monopolio en términos de capitalismo interno y el capital imperialista (…) no puede concebirse un tipo de socialismo en donde el hombre desaparezca como un ser pensante (…) El socialismo es una doctrina humana de realización plena del hombre, que no puede existir sino en libertad. La defensa de los derechos humanos es el meollo del verdadero socialismo.” (Peña, 1979: 172 .175)

En segundo lugar, resaltamos el fin prospectivo de la educación. La educación tiene la responsabilidad de acercar el futuro al presente. Todo docente tiene que convertirse en un líder prospectivo para que pueda anticipar los problemas y asuma el cambio como una necesidad perentoria del sistema educativo. La educación es fundamentalmente dinámica, y por eso debe estar dispuesta al cambio permanente, por eso afirma: “es una sociedad dinámica, como lo es o debe serlo la sociedad democrática, la función de la educación no es sólo conservar los bienes y valores tradicionales, sino promover el cambio, propiciar el progreso (…) En la vida democrática, el cambio es lo característico, y la educación debe preparar a las generaciones para adaptarse dada día a los cambios sucesivos.” (Prieto, 1984:21) El mejor docente, en ese sentido, no es el que resuelve los problemas sino el que los anticipa. En su momento el maestro Prieto nos advertía la vocación prospectiva de la educación de la siguiente manera: “El Estado educa, en primer lugar, para que adquieran armónico desenvolvimiento las virtualidades positivas del hombre (...) la educación pública en todos los grados y formas de sus tres ciclos tiene que preparar el espíritu de las nuevas generaciones para que sean capaces de integrarse a la cultura de su época.” (Proyecto de Ley Orgánica de Educación, 1948:4-5)

Los fines de humanismo democrático apuntan hacia una educación prospectiva, en donde propiciemos una formación para la comprensión del mundo actual; el desarrollo de una conciencia crítica es vital en la formación docente. Y, en tercer lugar, el principio de integralidad. Este quizá sea uno de los postulados más importantes de la filosofía educativa prietofiguereana, no sólo porque apuntaba hacia una función administrativa que unificaba los diferentes subsistemas de educación, sino porque establecía una antropología filosófica centrada en la formación integral. Por eso manifestaba que “la preocupación dominante en los enunciados de los principios del humanismo democrático se aplicaba a lo largo de todo el proceso educativo. Formar hombres íntegramente capacitados para el desempeño útil dentro de las colectividades era un objetivo no descuidado en ningún momento. No era el propósito que los campesinos aprendieran a discurrir como Erasmo o como Bembo, sino que junto con la capacitación para sus tareas específicas de sembrador o de criador, adquirieran también las nociones indispensables para conservar la salud, mejorar su medio y contribuir con sus vecinos a las obras exigidas por una vida solidaria y libre (...,) más que el aprendizaje de lectura y escritura, tiende a hacer del hombre una persona humana, consciente de sus deberes y derechos y capacitada para ejercerlos, capaz de integrarse conscientemente con su medios para transformarlo o para mejorarlo.” (Prieto Figueroa, 1957)

El concepto de integralidad y escuela unificada es reforzado también en su obra: De una educación de castas a una educación de masas (1951), aspecto que expone así: “es una organización cuyos ciclos están relacionados y coordinados en una unidad funcional con el desenvolvimiento del educando y con las necesidades de la Nación. Responde al concepto psicosocial de que la escuela ha de estar hecha para el alumno y no éste para la escuela, y que la preparación que suministra se encaminará a formar alumnos para vivir en un medio al cual deben servir.” (Prieto, 1951:81) Y en 1979, ratificaba: “el Ciclo Diversificado está contemplado en la Ley de 1948, lo que se llamó la Escuela Unificada. Era una Escuela de once años que comprendía: la escuela primaria, el primer ciclo de la escuela secundaria y el ciclo diversificado. Este último se cumplía junto con el séptimo, octavo y noveno grado en las propias Escuelas Técnicas donde el alumno se formaba para una profesión.” (Prieto, 1979: 145)

El principio de formación integral en el mandamiento prietofiguereano sigue siendo actuante. Hoy la educación apuesta a la integración del hombre con el cosmos, a la biodiversidad biológica, al cultivo de los postulados de una paideia que va de la física a la poesía; desde poetas como Octavio Paz hasta santones como Santha Sai Baba, todos tienen un espacio en la galaxia pedagógica. El camino no se cierra al final, y los cercados están minados, cada vez más se impone una integración del pensamiento científico con el alternativo; una epistemología de la tolerancia cobija el espectro intelectual. En su momento, el maestro Prieto nos demostró que tuvo capacidad de tolerancia epistemológica, pues integró el concepto de persona humana propio de la filosofía neotomista de Jacques Maritain, pero distanciándose del humanismo teocéntrico y cristiano de éste, calificado de humanismo burgués. Otro tanto sucede con la incorporación del pragmatismo educativo de John Dewey y la pedagogía experimental; lo importante de destacar es su sentido dialéctico en la construcción de su pensamiento. .

4. EL PRINCIPIO DEL MITO DE “EL DORADO:” EL MITO PETROLERO.

En su Opera Prima, Venezuela, política y petróleo (1956) Rómulo Betancourt nos habla del moderno mito de “El Dorado”, esa “leyenda de El Dorado persistió en el subconsciente nacional y americano. (…) Esa fama de país áureo, y privilegiado además por la fecundidad de su suelo, llegó a adquirir carácter dogmático de verdad revelada cuando se inscribió Venezuela en 1928, entre los mayores países petrolíferos del mundo.” (Betancourt, 1956:277) De esta manera presagiaba la conformación de una mentalidad colectiva en el pueblo venezolano que esta más anclada en las bonanzas que pueda ofrecer el gobernante de turno que en el trabajo sistemático y tesonero. Por eso nos seducen las soluciones milagrosas y los llamados golpes de suerte.

Arturo Uslar Pietri denominó a este mito petrolero, el mito del minotauro. El mito del minotauro ha sido legitimado por el rentismo petrolero que generalizó en el inconsciente colectivo del pueblo venezolano una mentalidad dependiente, en la que todo político tiene la responsabilidad de repartir la renta, y garantizar el bienestar social sin nada a cambio; tesis que por cierto se afianzó desde 1945, como recuerda Luis Ricardo Dávila: “con fines políticos, AD como partido conductor de las luchas democráticas y populares, al llegar el 18 de octubre de 1945, puso el mayor énfasis no en el destino productivo (inversión) de la siembra del petróleo, sino en el destino distributivo (consumo) de la renta petrolera, para obtener apoyos políticos, para manejar el capital humano nacional (educar, sanear, alimentar y domiciliar) y crear las condiciones de consolidación del mercado interno, con un alto poder de compra.” (Dávila, 2005:384) No es casual que el mismo Rómulo Betancourt dijera en 1945 que: “nosotros comenzaremos a sembrar el petróleo. En créditos baratos y a largo plazo haremos desaguar hacia la industria, la agricultura y la cría, una apreciable parte de esos millones de bolívares esterilizados, como superávit fiscal no utilizado en las cajas de la Tesorería Nacional” (Citado por Dávila, 2006. Rómulo Betancourt , Alocución a la nación, 30 de octubre de 1945.)

Esta dependencia del mito del minotauro se ha interiorizado en el pueblo venezolano. El petróleo ha servido para macerar una cultura de dependencia en el pueblo venezolano, una cultura de la pobreza que nos presenta en el contexto de las naciones como un "pueblo inmaduro", a la manera de José Ortega y Gasset lo define. Igualmente, se ha convertido a PDVSA en el Papa Noel de los venezolanos; podríamos decir con López-Pedraza (2000), que la "cultura de piñata" que caracteriza a la cultura venezolana en parte descansa en una histeria hebefrénica, en donde se exagera la histeria de lo infantil. Queremos que el país funcione cual sueño Disneyland, o lo que la psicología junguiana llama la psicología de cuento de hadas; por eso nos emociona las soluciones temporales.

El líder político busca conectarse sentimentalmente con la masa a través de sus imaginarios. En Venezuela esa ha sido una constante, en el siglo XIX y el siglo XXI, en regímenes de facto o en democracia, en las izquierdas y en las derechas, en todos los sectores de la sociedad; el petróleo ha sido el comodín: lo fue para Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez; Carlos Andrés Pérez, y estelarmente ha sido utilizado por Hugo Chávez Frías. El paso de PDVSA a manos del pueblo, no necesariamente ha significado una mejor administración, nuevamente el sueño se distancia, sigue presente la tendencia “mani-rota” que alimenta la fundación de una nueva clase hegemónica denominada “boliburguesía”. Se requiere una cura psicoanalítica en la cultura venezolana para superar ese mesianismo y reforzar la cultura del trabajo y los valores; no ha sido suficiente dar el poder al pueblo, hay que enseñarlo a ejercerlo con probidad.

Asumimos con Michel Foucault (1978) que el juego de la relación saber/poder ha servido para manipular permanentemente al pueblo, y esa actitud deberá madurarse para poder superar ese complejo de Edipo en lo cultural. Sabemos que el que tiene el poder define cuál es y cuál debe ser la verdad; pues "la verdad no está fuera del poder, o careciendo de poder (…) la verdad es de este mundo (…) cada sociedad tiene su propio régimen de verdad, su política general de verdad: es decir, los tipos de discursos que acepta y los hace funcionar como verdaderos; los mecanismos e instancias que capacitan a uno para afirmar la verdad o falsedad de determinadas expresiones." (Foucault, 1980:131.) Si no se hace conciente esta dependencia, de nada servirá los petrodólares; ese efecto cerveza que caracterizo las políticas económicas del pasado se han profundizado en el presente.

5. EL PRINCIPIO DE LA LUCHA ANTI-IMPERIALISTA.

El 18 de octubre de 1945 se inaugura una de las tesis que será determinante en la democracia venezolana del siglo XX, se trata del denominado “nacionalismo económico” (Dávila, 2006), que consistía nada más y nada menos que en “las estridentes denuncias de Betancourt, en sus escritos de prensa, contra los imperialistas ´explotadores de nuestro país (…) (Dávila, 2006:145) Quienes más insistirán es esta tesis seran el ala izquierdista de AD, entre otros: D. A. Rangel, L. Lander, P. B. Pérez Salinas, Ruíz Pineda, A. Carnevalli, R. Quijada, entre otros. Sin embargo, Rómulo Betancourt ya convencido de no era ni el comunismo ni las tesis del Partido Comunista la forma de conducir la Revolución de 1945, hablará de economía propia, y de exigir para la nación una participación razonable de la industria petrolera. Los cantos populares vociferaban expresiones que nos recuerdan tiempos recientes, veamos: “Venezuela primero”, “la revolución democrática y antiimperialista”, “por una Venezuela Libre y de los venezolanos”, etc. Eran expresiones reveladoras de “una radical posición en lo económico y en lo político exalta las pasiones e imaginaciones colectivas, impulsaban a la acción. En cuanto gran animador de las luchas y banderas políticas de AD y sus ancestros, el nacionalismo económico no será abandonado por el imaginario democrático.” (Dávila, 2006:144)

Hoy hemos retrogradado hacia un nacionalismo metodológico en el que un neonacionalismo de izquierda pretende refundar el Estado-nación pero mirando al siglo XIX. En opinión de Ulrich (2004) invocar el nacionalismo metodológico hoy nos conduce a errores; “para poner un ejemplo: si la política y la sociedad se deslimitan y desestatalizan el resultado es que lo que se considera nacional e internacional ya no puede separarse y lo aparentemente igual, o sea, el interior sagrado del espacio de poder del Estado nacional se convierte en campo de intervención directa de actores, organizaciones y acontecimientos críticos internacionales, supranacionales y trasnacionales. Ya no se puede suponer que, por ejemplo, las desigualdades y conflictos nacionales sean analizables adecuadamente desde la óptica nacional, ya no se puede partir de que los actores, temas, burocracias y autoridades de la política interior coinciden con los actores, temas y burocracias y vías de influencia que la mirada nacional y el nacionalismo metodológico – en tácito acuerdo- dan por supuestos. La Nueva Teoría Crítica descubre conceptualmente que los clásicos límites entre política interior y exterior se borran y mezclan, que las diversas disciplinas de las ciencias sociales, como la política internacional y la teoría del gobierno nacional, se liberan del dogmatismo de la mirada nacional y se asocian, y que la teoría del gobierno tiene que reescribirse desde el ángulo cosmopolita.” (Ulrich, 2004:82)

En Venezuela, como en todos los países de América Latina, el Estado es el que funda la nación, y no a la inversa; a diferencia de los pueblos europeos que primero fueron pueblo antes de ser Estado-nación, v. gr: Alemania. Por eso cada gobernante, en Venezuela se siente con derecho a refundar la nación (en el siglo XIX, en el XX y en el siglo XXI), quizá por eso el nacionalismo venezolano sigue preso de lo que Luís Ricardo Dávila (2005) denomina: “lo contradictorio y confuso. Ambas coordenadas definen las insuficiencias de la nación.” (p. 286)

Ayer como hoy, el nacionalismo se funda sobre la base de la invención de la tradición (Hobsbawm, 2001), invención que fue estelarmente dirigida por Antonio Guzmán Blanco en el siglo XIX y que hoy encuentra en Hugo Rafael Chávez Frías su expresión. Y en ese sentido, ha sido Bolívar, el imaginario social más potente de nuestro pueblo, el que ha sido deformado según los intereses de turno; ese imaginario colectivo también ha sido utilizado perversamente para manipular al pueblo; "si el amo del momento era un déspota, se insistía sobre la dictadura de Bolívar; si era una bestia cruel, se le parangonaba tácitamente la energía del Libertador; si era intransigente y testarudo, se sacaba a la luz el autoritarismo del héroe (…) el supuesto carácter bolivariano fue deformándose de esa manera, casi hasta llegar a ser una monstruosa mezcolanza de los desordenes morales que iban surgiendo en la grotesca procesión de caudillos, líderes pseudo intelectuales, Jefes Civiles, Comisarios y gendarmes." (Mijares, 1970:22)

Este culto al titanismo, clara reminiscencia de la raza de los Titanes de la mitología griega, está presente en la cultura venezolana y no nos deja madurar como pueblo, pues siempre estaremos esperando redentores.

6. EL PRINCIPIO DE LUCHA CONTRA LAS DICTADURAS Y LOS TIRANOS.

Desde que en 1937 comenzó la organización del partido político PDN (Partido Democrático Nacional), que culmino el 27 de septiembre de 1939 con la realización de su Primera Convención Nacional, en donde fue elegido presidente, demostrando como principio gestor la lucha contra las dictaduras; allí estuvo acompañado en la directiva por algunos venerables masones, como: Alejandro Oropeza Castillo (Masón), Raúl Leoni (Masón), Valmore Rodríguez (Masón), Luis Beltrán Prieto Figueroa (Masón). El PDN, fue la antesala de lo que luego se transformaría en el partido Acción Democrática, el 29 de julio de 1941, cuando fue legalizada su fundación y emergió a la vida publica, en un acto celebrado en el Nuevo Circo de Caracas, el 13 de septiembre de 1941, donde pronunciaron vibrantes y emotivos discursos, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco (Masón), Luis Beltrán Prieto Figueroa (Masón), Mario García Arocha y Rómulo Betancourt.

Estuvo exiliado en varias ocasiones por sus actividades contra el régimen dictatorial. Destacamos aquí esa virtud masónica de Rómulo Betancourt, su incesante lucha contra las tiranías, en particular se le recuerda por la resistencia a las dictaduras Gomecista, Perejimenista, y latinoamericanas; como la de Rafael Leonidas Trujillo. Formo parte de La 'Legión del Caribe', que fue una alianza de políticos democráticos de varios países del continente que pertenecían a la francmasonería. Su cabeza política fue el costarricense José 'Pepe' Figueres.

Como corolario podemos decir que los imaginarios están anclados en las creencias colectivas, y que no necesariamente responden a caminos ciertos, que pueden resultar antagónicos y polémicos, pero que actúan en el jugo del poder. Y una gran enseñanza, los imaginarios nos recuerda que la vida política es atigrada, que sus valores pueden ser relativos, y que la promesa salvacionista y mesiánica no siempre es la mejor.